Guatemala: Mis días en el Lago Atitlán
- Un Sueño Viajero
- 23 nov 2017
- 3 Min. de lectura
Oct 12, 2017.

Del Lago creo que me enamoré mucho antes de conocerlo en lo físico. Mientras curioseaba en Internet sobre Guatemala antes de salir de viaje, descubrí este lugar mágico, y decidí que si o sí, este sería mi primer destino en el país, y también que me quedaría más de un día y más de dos ¡y más de tres!, y también tuve la certeza que este sería uno de esos lugares de mis días en ruta que se me quedarían grabados a fuego para siempre y al que siempre querría volver. ¡No me equivoqué! El Lago Atitlán y aquellos días, estarán para siempre creo, entre mis mejores recuerdos viajeros.
¿Qué tiene el Lago Atitlán?
T-O-D-O. Todo lo que yo busco. O todo lo que más me podía llenar en aquel momento, y en este, y seguramente siempre. Me pasaba los días con la boca abierta contemplando, disfrutando, descubriendo, maravillándome. Se dice de este lago que es el más bello del mundo, y yo, me lo creo. Llegar al Lago Atitlán desde México fue reconectarme a lo bestia con la esencia del viaje, del mío personal, de lo que yo buscaba, ansiaba y evocaba mucho antes de salir de casa. En el Lago Atitlán aún conservan tal cual las tradiciones mayas, la vestimenta, las lenguas. Es uno de esos lugares que parecen congelados en el tiempo y que conservan de manera casi intacta todo lo que un día fue, y hoy, sigue siendo.
Este Lago es un lugar sagrado para los mayas, y después de “vivir” su energía tan maravillosa, entiendo que hay algo más de lo que se ve en lo físico. De momento y para los incrédulos a temas energéticos, hay una ciudad maya sumergida, y el resto, se tiene que sentir, poco más puedo explicar de la magia absoluta del lugar.

En mis días en el Lago conocí alguno de los pueblos que lo rodean, y sobre todo lo “viví” a mi manera, que es según mi percepción, la única y mejor manera de viajar.
Hubo viajes en lancha de un pueblo a otro empapándome de la magia del lugar.
Hubo muchos momentos de paz a solas y maravillándome con la belleza del Lago.
Hubo cientos de conversaciones, sonrisas, amigos, y preguntas de esta, que maravillada con el lugar, ¡quería saberlo todo!
Hubo risas, y alguna de las tardes más divertidas de mis días en ruta.
Estos son los pueblos que visité en mis días en el Lago:
San Marcos
Elegí San Marcos para alojarme después de averiguar que este, era el pueblo más “espiritual” del Lago. Hay centros de meditación, de yoga, terapias naturales de todo tipo, y ¡como no! En un pueblo de estas características encontrar comida vegetariana es muy fácil, aunque no demasiado económico. Descubrí en San Marcos un pueblo de una belleza inenarrable, ¡una espiritualidad un tanto “turística”! y unos precios elevados, pero en el que disfruté muchísimo de la magia del Lago.
– Hubo allí noches de lluvia, chocolate, pies descalzos, chimenea y conversación hasta las tantas.
– Hubo días de sol y sonrisas luminosas en las que me perdía la mitad de la mañana, descubriendo de su mano tradiciones y leyendas.
– Hubo calidez y calidad humana como hacía tiempo no veía.
– Hubo manos que ayudan a cruzar enormes charcos en aquellas noches de tormenta en las que el cielo parecía desplomarse sobre nosotros.
– Hubo un caldero de agua de lluvia que ellas, las sonrientes trabajadoras de mi hostal, me trajeron para lavarme, como solución para aquel día de avería en tuberías, barro hasta en el pelo y caos general.
– Hubo conversaciones de millones de horas hasta que la noche nos pillaba sin una triste luz.
– Y hubo seguramente unos de los días y noches más bonitas de mis días en ruta hasta ese momento.

Así de bonitas eran las callecitas de San Marcos
San Juan
San Juan es un pueblo auténtico y precioso, donde no mucha gente elige alojarse, con impresionantes galerías de arte y murales maravillosos que yo, disfruté tan solo a mi llegada. Luego las circunstancias → (Guatemala: ¡Sin dinero en el Lago Atitlán!) me hicieron vivir sobre todo la amabilidad de sus habitantes. ¡Algo que jamás olvidaré!
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